Semblanza de Monseñor Fernando, Cardenal Sebastián Aguilar, CMF
“Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos …” Monseñor Fernando Sebastián Aguilar se enamoró de Málaga, la ciudad del Paraíso, como la bautizó Vicente Aleixandre, eligiéndola destino de su vida y de sus sueños.
Había nacido D. Fernando en Calatayud (1929). Después de cursar el Bachillerato, en 1945, ingresó en la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (PP. Claretianos), en Vic. Terminados los estudios filosóficos y teológicos en los Seminarios propios de la Institución, en Solsona y Valls respectivamente, fue ordenado sacerdote en Valls, por el Cardenal-Arzobispo de Tarragona, Benjamín de Arriba y Castro 1953).
Cursó Teología Dogmática en el Pontificio Ateneo Angelicum, de Roma y en 1957 obtuvo, con la máxima calificación, el Doctorado en Teología con una tesis sobre la Maternidad divina de María, titulada “Maternitatis divinae diversa ratio apud Didacum Alvarez et Franciscum Suarez”.
Amplió estudios en la Universidad de Lovaina sobre Filosofía contemporánea, Teología fundamental, Teología y Pastoral de los sacramentos. A partir de 1957 su principal ocupación fue la docencia en Teología. Disciplina que impartió ininterrumpidamente en los centros Claretianos de Valls, Salamanca y Roma.
En 1966 fundó la revista Iglesia Viva, dedicada a la difusión de la doctrina del Vaticano II en España, y al análisis de los problemas específicos de la Iglesia y la sociedad española. Fue Director de esta revista hasta 1971. Anteriormente, había sido miembro de la Sociedad Mariológica Española (1959) y Director de la Revista Ephemerides Mariologicae (1966).
En 1967 comienza su labor docente en la Universidad Pontificia de Salamanca. Elegido Decano de la Facultad de Teología en 1970, en septiembre de 1971 fue nombrado Rector de la Universidad, cargo que desempeñó hasta el 17 de julio de 1979. Años en los que la “Ponti” triplicó el número de sus alumnos y alcanzó un notable prestigio, tanto en el campo de la ciencias teológicas como en el de las humanísticas. Y es que la Teología la comprende D. Fernando como una forma de revisar y enriquecer la vida de la Iglesia y de abrir la cultura y la vida de los hombres a las dimensiones y perspectivas de la vida espiritual, moral y religiosa.
Entre 1972 y 1979 fue consejero nacional de educación. En octubre de 1975 intervino como teólogo en el Simposio de Obispos Europeos, convocado en Roma por Pablo VI. También en este período, colaboró asiduamente con diversas comisiones de la Conferencia Episcopal Española.
Al finalizar su segundo mandato como Rector Magnífico de la Pontificia Universidad de Salamanca, el 25 de agosto de 1979 Pablo VI lo nombró Obispo de León. Recibió la ordenación episcopal el 29 de septiembre e inmediatamente dio comienzo una intensa actividad pastoral en la que muy pronto tuvieron lugar propio las Cartas desde la Fe, escritos breves, al hilo de la actualidad pastoral, teológica o social, con las que Mons. Fernando Sebastián se dirigirá habitualmente a sus diocesanos. La primera de ellas, dirigida a los sacerdotes de su nueva diócesis, fue fechada el día de su consagración episcopal y toma de posesión de la diócesis leonesa. Desde entonces, hasta su despedida de la archidiócesis de Pamplona, en septiembre de 2007, más de seiscientas Cartas desde la Fe han salido de las manos de Mons. Fernando Sebastián.
Tal y como cuenta en sus “Memorias con esperanza”, en los últimos años del Franquismo tuvo que lidiar con las movilizaciones de los estudiantes, los intentos de la policía de entrar en la Universidad y las sospechas del gobierno hacia la Universidad Pontifica, a la que miraba como un nido de revolucionarios y conspiradores.
Fue uno de los principales apoyos del cardenal Tarancón a la hora de afrontar asuntos tan difíciles como el “caso Añoveros”. Formó parte también del llamado “Consejillo” de los sábados, un pequeño grupo de trabajo organizado por Tarancón para estudiar los muchos problemas que se le presentaban a la Iglesia española y preparar sus intervenciones y declaraciones más importantes.
Especialmente relevante fue su papel en la redacción de la trascendental homilía de la Misa de Los Jerónimos del 27 de noviembre de 1975. Elegido Secretario General de la Conferencia Episcopal Española, el 21 de junio de 1982, entre sus primeras actividades se encuentran la culminación de los preparativos de la visita de Juan Pablo II a España, entre octubre y noviembre de ese mismo año, y las primeras relaciones de la Conferencia Episcopal con el primer gobierno socialista, presidido por Felipe González. Su responsabilidad como Secretario General de la Conferencia Episcopal era incompatible con la atención pastoral a la Diócesis de León, razón por la que presentó su renuncia a la diócesis leonesa, que fue aceptada el 30 de julio de 1983.
En octubre de 1983 participó en Roma en la Sexta Asamblea ordinaria del Sínodo de los obispos, convocada por Juan Pablo II, que reflexionó sobre la reconciliación y penitencia. Igualmente fue invitado a la Séptima asamblea ordinaria del Sínodo de los obispos, dedicada a la misión y vocación de los laicos en la Iglesia en el mundo, que se realizó con la presencia del Santo Padre entre el 1 y el 30 de Octubre de 1987.
Ese mismo año, había sido ya reelegido Secretario General de la Conferencia Episcopal Española para otro quinquenio. Pasado menos de un año, tuvo que presentar la renuncia, al haber sido nombrado por Juan Pablo II, Arzobispo coadjutor de la archidiócesis de Granada, cargo del que tomó posesión el 5 de junio de 1988.
En 1990 fue nombrado por Juan Pablo II miembro de la Comisión preparatoria de la Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Esta Asamblea tuvo lugar del 28 de noviembre al 14 de diciembre de 1991, bajo el lema: “Testigos de Cristo que nos ha liberado” y fue el primer Sínodo especial para Europa, en preparación del Gran Jubileo del año 2000. A ella asistió Mons. Fernando Sebastián como representante de la Conferencia Episcopal Española.
Desde septiembre de 1991 hasta mayo de 1993 fue Administrador Apostólico de la Diócesis de Málaga. Su paso por Málaga marcó profundamente a D. Fernando, hasta el punto de elegirla destino de sus días y de sus afanes pastorales. Aquí fundó una de las obras emblemáticas de la Diócesis: la Fundación Diocesana de Enseñanza Santa María de la Victoria, continuadora de la centenaria e ingente tarea educativa de la Diócesis, referente a nivel nacional para otras instituciones semejantes.
En febrero de 1993 fue elegido Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, siendo presidente Mons. Díaz Merchán, arzobispo de Oviedo. El 26 de marzo de 1993, la Santa Sede lo nombró arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, sede en la que sustituyó a Mons. José María Cirarda, y de la que tomó posesión el 15 de mayo de 1993, festividad de S. Isidro Labrador.
En 1992 fue designado Gran Canciller de la Universidad Pontificia de Salamanca. Elegido Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, en febrero de 1993, fue reelegido en 1996, siendo presidente Mons. Elías Yanes, Arzobispo de Zaragoza, y en 2002, siendo presidente Mons. Rouco Varela, Arzobispo de Madrid.
En mayo de 1994 el Papa Juan Pablo II lo designó como miembro de la Congregación para los Institutos de Vida consagrada y Asociaciones de Vida apostólica, y en septiembre de ese mismo año fue invitado a participar en la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos que estudia el tema “La vida consagrada en la Iglesia y en el mundo”. Durante la Asamblea fue elegido miembro de la Comisión redactora del Mensaje final y miembro de la Comisión relatora y redactora de las Conclusiones de la Asamblea.
En 1999, fue elegido miembro del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española, año en que interviene en la segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los obispos y, al igual que en 1994, la misma Asamblea lo eligió para formar parte en la comisión redactora del Mensaje Final.
El 14 de diciembre de 2004, a tenor del c. 401 § 1, al cumplir los 75 años de edad, presentó su renuncia a la sede pamplonesa, que le sería aceptada casi tres años después, en 2007. Desde su despedida en Pamplona, en septiembre de 2007, Mons. Fernando Sebastián se ha dedicado a la docencia en Málaga, a la Fundación Pablo VI, de la que ha sido presidente, y al seguimiento y comentario de la actualidad por medio de sus continuadas Cartas desde la Fe, publicadas en medios digitales.
El 22 de febrero de 2014, Fiesta de la Cátedra de San Pedro, el Papa Francisco lo crea cardenal de la Iglesia Católica.
Entre sus muchos trabajos, artículos de prensa y colaboraciones en revistas teológicas, éstas son sus obras más importantes:
- La vida de perfección en la Iglesia (1962)
- Secularización y Vida religiosa (1964)
- Vida consagrada (1965)
- Comentarios al Decreto conciliar Perfectae Caritatis (1967)
- Antropología y Teología de la fe cristiana (1971)
- Nueva Evangelización (1989)
- Escritos sobre la Iglesia y sobre el hombre (1991)
- La conciencia cristiana ante el terrorismo de ETA (1998)
- La Verdad del Evangelio. Cartas a los españoles perplejos en materia de cristianismo (2001)
- Cartas desde la fe (2008)
- Sembrando la Palabra (2008)
- Evangelizar (2010)
- La fe que nos salva (2012)
- María, madre de Jesús y Madre nuestra (2013)
- Argumentó la película “Un Dios prohibido” (2013)
- Memorias con Esperanza (2016)
“Cada descubrimiento nuevo, cada paso nuevo que da la humanidad, cada posibilidad nueva que se abre para una persona, para una familia, para uno o muchos pueblos, lleva consigo un ramillete de preguntas, de dudas, de riesgos, frente a los cuales la luz de Jesucristo, la luz que es Jesucristo, tiene que iluminar y descubrir la verdadera valoración de cada nueva posibilidad de existencia que se abre ante nosotros. En esto consiste nuestro crecimiento como cristianos, así es como se actualiza y se moderniza la Iglesia, sin debilitar ni desdibujar su propia identidad.
A esta gran tarea de actualización de las enseñanzas de la Iglesia, iluminación cristiana de la vida, actualización y crecimiento del patrimonio cristiano de nuestra Iglesia y de nuestra sociedad [ha dedicado Mons. Sebastián toda su vida pastoral], … para servicio de la Iglesia y para el bien de mis hermanos.
Santa María de la Victoria, a quien siempre llevó en su corazón, le habrá conducido hasta el trono de su Hijo, Jesús, para gozar de su presencia por toda la eternidad.
Descanse en paz
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