¿Actores de cambios o espectadores de cambios?
Os dejamos un nueva reflexión de nuestra compañera y maestra de primaria Maite Schneider sobre la tarea educativa en un momento histórico que pide de todos más y mejor.
“¿Actores de cambios o espectadores de cambios?
Desde mi convencimiento profundo de que replantearse de vez en cuando lo que hacemos en la vida y nuestra influencia sobre los demás, es lo que nos hace crecer y mejorar en todos los aspectos, sigo buceando cada vez que puedo en las experiencias de otros maestros y maestras, que como yo, son buscadores incansables de la humanización del pensamiento educativo y así, sigo aprendiendo.
Afirma César Bona que “la excelencia académica debe ir acompañada o precedida del factor humano” y estoy absolutamente de acuerdo con esta afirmación. Porque si no es así, algo está fallando. Como padres queremos para nuestros hijos una escuela que les ofrezca garantía de éxito y en esto, padres y maestros no podemos estar más de acuerdo. Ahora bien, ¿remamos siempre todos en la misma dirección?Estamos viviendo las consecuencias de una pandemia mundial y por si esto fuera poco, estamos viendo en directo el día a día de una guerra que no es para nada ajena a cada uno de nosotros. Un zarandeo profundo a nuestro modelo de vida, un terremoto que ha producido y está produciendo cambios en todos los aspectos de nuestra vida.Pero para los que somos “de pensar”, también es una nueva oportunidad para reflexionar sobre nuestra tarea en el ámbito de la educación y un nuevo punto de inflexión en el que hacernos la pregunta que encabeza este pequeño artículo: ¿Actores de cambios o espectadores de cambios?
¿Qué queremos que sean nuestros hijos?, ¿Hacia dónde vamos a encaminar a nuestros alumnos?,¿Vamos a remar juntos y en la misma dirección padres y escuela?
El espectador paga una entrada para ver la película y cuando sale del cine, la comenta si ha sido buena y la olvida poco después. El actor vive la película, la protagoniza si es el mejor y la experiencia le vale para actuar en la siguiente.
Yo quiero que mis alumnos sean actores y protagonistas de los cambios que nos quedan por vivir y no vivo LA ESCUELA sólo con idea de futuro, sino que la disfruto y trabajo en ella con mis alumnos desde sus experiencias presentes.
No pierdo de vista que, desde ellas y utilizando como herramientas los contenidos académicos, estamos construyendo nuestras mentes y nuestros comportamientos y en ese aprendizaje diario, vamos provocando cambios en nuestra vida actual y en nuestros círculos sociales.
Como cuando lanzamos una piedra al agua, lo que aprendemos y cómo lo utilizamos, provoca ondas de cambio a nuestro alrededor y debemos ser generosos al provocar esas ondas, para que nuestras ganas de mover el mundo y ser agentes de cambio sean contagiosas y el mundo no nos zarandee, sino que en la medida de lo posible, nosotros manejemos el timón.
Si queremos escuelas que cambien y mejoren el mundo, tenemos que saber que las dificultades para hacerlo posible no están en primer término lejos de nosotros: las Instituciones, La Administración, las leyes, las dotaciones económicas de los centros.. Eso también. Pero la realidad es que las dificultades muchas veces las encontramos muy cerca. La importancia de la unión y la confianza en el equipo familia-escuela es primordial y el trabajo conjunto del equipo docente es el motor de este barco.
Yo tengo la inmensa suerte de trabajar en un colegio en el que el equipo humano que lo conforma hace de la reflexión de su tarea educativa una constante y así avanzamos cada día codo con codo.
Es por eso que, de vez en cuando, me apetece compartir lo que pienso con todo el que le apetezca leerme.
Estamos en continua construcción y es por ello que nos necesitamos y debemos aprender los unos de los otros. Ser docente es demasiado importante y nuestros alumnos nos necesitan despiertos e ilusionados porque en cada persona que pasa por nuestras aulas hay muchas puertas por abrir y muchos caminos que sondear.
No hay futuro sin presente, ni más realidad que la que vivimos cada día y el presente de nuestros niños y niñas es directamente proporcional a la solidez de una estructura de confianza y trabajo en equipo familia-escuela.
A la escuela no se viene sólo a aprender cosas, no se viene sólo a ser feliz, no se viene sólo a que nos preparen para encontrar un trabajo el día de mañana.
La escuela debería prepararnos para vivir en sociedad y proporcionarnos las herramientas necesarias para ser individuos útiles y competentes que procuren los cambios necesarios que nos va a exigir el mundo real y actual.
Nadie dijo que esto fuera fácil. De hecho, no lo es. Incluso aunque sepamos hacia dónde debemos ir, a veces las incidencias, las interrupciones, los problemas a resolver son demasiados y nos roban energías.
La energía positiva, la imaginación y el esfuerzo que requieren los progresos, nacen y se alimentan en ambientes positivos y generosos que generan confianza y seguridad y el primer ambiente que debe generar esto en la vida de un niño, es la familia.
Los adultos tenemos una gran responsabilidad porque nuestros niños y adolescentes aprenden, no sólo de lo que decimos, sino fundamentalmente de lo que somos y de cómo interpretamos nosotros el mundo que les rodea. Como padres somos su primer referente y esto no se nos puede olvidar, por más prisa con la que vivamos el día a día.
La segunda y no por eso menos importante célula generadora de esa energía positiva y de ese ambiente capaz de impulsar cambios, es la escuela. Una escuela que ayude en el desarrollo pleno de personas que se esfuercen por construir, en lugar de destruir.
Pero la escuela no es un “ente”. La escuela tiene rostro. El rostro de los alumnos y sus maestros y la complicidad que se establece entre ellos. De ahí parte y se alimenta esa energía que puede generar cambios internos en las personas y cambios externos que mejoren la sociedad.
“Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, decía Arquímedes de Siracusa en el Siglo III antes de Cristo.
Construyamos ambientes de crecimiento y profundización del pensamiento en la escuela, donde los alumnos se sientan seguros para expresar sus ideas y aprendan a vivir en sociedad. Escuelas donde aprendan que no hay movimiento sin empuje y el empuje requiere de esfuerzo. Escuelas basadas en la empatía y la colaboración. Escuelas que ayuden a tomar decisiones y a comprometerse en la vida y con la vida y, entonces, tendremos buenos puntos de apoyo.
Ser docente es demasiado importante para olvidar que en nuestras manos tenemos cada día la oportunidad de crear escuelas que, en sí, también sean puntos de apoyo para mover el mundo, incubadoras que alimenten los deseos de cambio para mejorar ese mundo y ambientes de aprendizaje donde encontrar las herramientas y sobre todo la ilusión para transformar cada experiencia en una nueva oportunidad de progreso.
No dejemos de creer en lo que hacemos porque para hacer de nuestros alumnos “actores de cambios”, también nosotros, sus maestros y maestras tenemos que serlo. Sólo desde el entramado de su película, podemos llevarlos de la mano y aprender con ellos.
Maite Schneider.”